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Mostrando entradas de diciembre, 2015

Tarde nublada

La inmovilidad de los objetos. Congelados en la tarde de este miércoles nublado y bochornoso. La esquina del ahora cambia sus baldosas y un par de ratas enormes se hunden en la alcantarilla. Desde mi habitación escucho la música de hace veinte años y la vida entera se descascara. Ha pasado el tiempo me digo, como si el lugar común hincara mis pies en la tierra. Me hago un té y dejo que se enfríe, así todo echa a andar. Inercia y entropía. Mi corazón es la pendiente de una colina por donde se tropiezan los momentos.

Solsticio

Sé que parece un lugar común de la literatura pero mi ventana tiene un rosal que sube y se enrosca por las rejas que atraviesan la visión que tengo del afuera. Así es como se me presenta el mundo: común, determinado, mediado. Cuando el sol, una hora antes del crepúsculo, brilla sin obstáculos desde el oeste, se graban siluetas indescriptibles en la blanca pared de mi habitación. La felicidad existe así en los contornos de las sombras que nos llegan de afuera. Más allá de los discursos, de los contradiscursos, del conocimiento, del lenguaje y sus especies milenarias... y gracias a ellos también... existe la oportunidad del ahora que llega después de transitar los caminos incómodos de la incertidumbre. Hoy, en la noche más larga del año, la luz del sol se extingue en medio de una promesa hecha de rosales y rejas. De repente, me doy cuenta: soy la huella de la luz, un recuerdo de ella, que atraviesa la oscuridad del tiempo y sus salas adoquinadas.

Los vecinos que se fueron

Mis vecinos se han ido. Su espacio vacío queda como un cementerio enmarcado por las ventanas que ellos tapaban cuidadosamente con cortinas y evasiones. En las ahora deshabitadas habitaciones la luz llega y se va sin escuchar esas voces que se buscan unas a otras mordiéndose la cola. A esa sensación llena, molesta, acompañada de antes le ha seguido un abismo siniestro que no reconozco. Mis perros se ponen inquietos y huelen en los resquicios los evanescentes olores de lo que estuvo ahí. Como si quisieran tapar sus propias huellas, el espacio tiene puesta la máscara de lo que nunca pasó, nunca se dijo, nunca existió. Prístino, limpio, virginal. Vuelvo a ver mi apartamento herido, cicatrizado, intervenido, rasgado y no puedo menos que sorprenderme por los pasos tan livianos que alguien puede dar sobre las esquinas de la vida. A veces, tengo la extraña sensación de que son los espacios con sus murmullos remanentes los que invitan a los propios inquilinos dentro de ese nido tejido para ello

Así

Es así como crecen las flores y las montañas se levantan. Es así como se busca el beso y echan a volar los deseos y los quereres. Así las manos abrazan y recogen lágrimas para no morir de sed y los cuerpos esperan los tiempos del conocer y el olvidar. Así así se desliza el viento por las celosías y llegan a quemarse los viajeros meteoros en segundos. Y la voz se llena de temblores y la esperanza de premura. Y un tren se vuelve oruga y un minuto se convierte en una habitación vacía. Y las luces de la noche se vuelven la mirada tímida del misterio. Antes de acostarme es así como me sorprende el pensamiento. Es así. 

Recién diciembre

Riesgo de calcinación al cuarenta por ciento. Síntomas perceptibles: piel abrasada, escamas, lacrimales obstruidos, mudez y miopía intermitente. Es la época de las aves de paso pero el cielo está limpio, casi blanco. Alguna humedad dos metros por debajo de la superficie. Los niveles de pensamiento decaen por debajo del mínimo permitido. Peligro. Riesgo de muerte prematura sin apocalípticas oportunidades. No hay alarmas activadas ni nubes caprichosas. Sueño que existe un sol que devora por completo nuestras cicatrices. 

Hilos

Lentamente el día se va haciendo. Enredado, vestido, cubierto de fragmentos varios. Conversaciones sobre algo que siempre se quiso, planes pospuestos, amores de diciembre, lugares comunes de la autoayuda, gastos y aguinaldo, pitos y motores. Quisiera posponer este preciso momento. Posponer el deber de vivir precisamente porque no lo imagino. Realizo pequeñas e insulsas acciones que me amarren a esa realidad que se vuelve evanescente. Caminar las losas brillantes de un centro comercial, comprar alguna cosa, pedir un almuerzo con promoción. Deshago la imposible curva de la consciencia que intenta sin éxito contemplar su propio origen.

Luz y sentido

El universo de las probabilidades ha dejado caer su veredicto desde el puro inicio. Así, los rayos de sol de un jueves cualquiera se precipitan sobre las formas y encuentran su límite; ellos que se creían ilimitados. Nosotros, cuerpos llenos de fronteras nos damos a la tarea de pensar el infinito como una tarea siempre inconclusa. Un día sí, otro día no, los eventos cobran sentido y la muerte es un lunar en la espalda y no la sombra larga del crepúsculo. La luz rebota y sigue su camino curvo por el espacio con la melancolía de aquella superficie que la recibió por un momento. Luz al fin, las salas misteriosas de este universo son su casa y se deja, sin quejas, ser parte del juego de las probabilidades.