Entradas

Mostrando entradas de octubre, 2015

Tapantí

Imagen

Despedirse

¿De qué se despide uno cuando llega el momento de despedirse? ¿Qué deja? ¿A quién le sirve esa despedida? ¿Es un aviso de que uno está a punto de no estar, que la vida continúa en ese lugar del universo sin uno? Pero no hay nada que pueda doler, aliviar o regocijar de la misma forma que el evento en sí. ¿Es lo último que debe quedar en la memoria? ¿No es, acaso, el último vistazo que damos a aquello que atesoramos de los otros y que lo tenemos en custodia en nuestra alma? Una vez que nos hayamos ido, esas sombras comenzarán a difuminarse en el recuerdo. Sin remedio. Mientras el baile del tiempo continúa su marcha forzada por la contingencia. 

Lluvia y un disfraz

El mundo se cubre de inocencia esta noche de lluvia. El tenue velo de los finales nos desarma porque, ¿quién se atrevería a acusar al héroe que nos salvó de esa ansiada destrucción? Todo final tiene una promesa de eternidad. Pero siempre hay un lunes, otro amor, una nueva tentación... Aferrados a nuestro disfraz de "ahora soy diferente", comenzamos un nuevo cuento para ingenuos. Ese cuento se relata las noches de lluvia sin más testigos que la profunda nostalgia por la vida que pudo ser. 

Abalorios

Los días y sus horas brillantes. Vivir es como escoger entre abalorios mezclados en una pasamanería con la torpe mano de un niño de dos años. Uno quisiera que esta hora del día o aquella fueran así o asá. Pero lo que retenés de la caja es algo completamente diferente. Uno va haciendo así el rosario que va de la mañana a la noche siempre con una oración guindando de la lengua. Antes de dormir, uno se dice tranquilamente que es imposible tener dos años para siempre y que escoger abalorios no es lo único que se puede hacer con la vida.

Sombras de domingo

Sol de mediodía y sombras agazapadas debajo de los objetos. Rótulos fantasmagóricos emergen en medio del panorama urbano arrastrando esas penumbras debajo de sus letras. Escucho continuas risas y conversaciones ajenas gravitando esta esquina del ahora. Este es un país feliz, quién puede dudarlo? Es así que los domingos dirigimos nuestras agotadas almas hacia la estación de servicio que son los centros comerciales. Para seguir nuestra ruta mientras ignoramos a esa odiosa compañera de cama que es la entropía. Desde ese punto de vista, la muerte necesariamente es reingeniería, reinvención, deconstrucción, salvación. Cuando se presenta, uno sale de esa agradable sesión de hipnosis y se pregunta por qué recuerda lo que recuerda.

Quién sabe

Quién sabe si las montañas esperarán por aquellos que seremos, si la brisa llevará las risas de aquel nuevo día que tantos ansiamos. Quién sabe si un minuto descuidado del futuro entenderá qué es el tiempo y una tímida mariposa verá las galaxias convertirse en un abrazo. Quién sabe si mi último suspiro lo recogerá la tierra fértil de los que todavía no están aquí, o si la palabra, esa chispa lanzada al cosmos, encontrará un tibio regazo donde quedarse dormida y soñar. En este siglo denso, toda lágrima parece evaporarse sin su frase de aliento y toda acción es un guijarro lanzado a un estanque donde perdió sus ondas. No es que no sepamos dónde vamos, es esta creciente sensación de que no hay adónde ir. Con todo, igual insistimos ciegamente en hacer algo que tenga sentido, no ese que compra y vende el mercado; aquel que nos hace reconocernos cargados de los siglos que nos buscan por una expiación.