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Mostrando entradas de febrero, 2024

No domingo

 Dejo la sombra moverse por mi adentro. Da lo mismo materia o energía, cuerpo o espíritu. La sombra no sabe de binarios ni diferencias. Mientras, resuelvo lo pequeño. Hago un té de zacate de limón, me como una granadilla, pongo la comida de los perros. Ellos simplemente esperan. Se dedican completamente a su hueso, a los latidos de su corazón, a su peso en la cama. Yo, mientras, intoxicado de humanidad, quisiera arrancarme todo ese adentro plagado de sombra y quedarme puro exoesqueleto, blanqueado al sol de este verano inclemente. Pura respiración sin pulmones. Puro amor sin objeto. Solo porque me ha abandonado la divinidad y soy más profano que el polvo. 

Duelos insignificantes

 El inquilino que se va y nunca conociste más que por sus ruidos y salidas urgentes al trabajo. La persona que se baja del bus o el tren antes de la parada que te toca. Conducir por la 32 y el auto que sentías que te acompañaba durante la última media hora toma una desviación hacia quién sabe dónde. ¿Qué será de estas personas? ¿Qué será de quienes permanecen cuando soy yo el que tengo que salir, irme, desviarme? Algo como un vacío que se tiene que ignorar de inmediato porque, ¿cómo podría uno vivir con tantos duelos insignificantes? Más bien tiene que ver con preguntarse cuándo me voy, me bajo o me dirijo sin dudas hacia mi destino. Como si uno se desprendiera de algo que es solo el tronco de una coincidencia. Lleno de fibras humanas. Deseos todavía por cumplirse. Automatismos propios de la conservación. Aquí voy. Desprendiéndome.