De las series inconclusas. La forma del vacío.
Sucedió aproximadamente a las nueve de la mañana después de escuchar a la lavadora hacer su tracatracatraca flu gorigorigori durante una hora y media. Abrí la tapa y saqué la primera camiseta que inundó de delicioso olor a detergente todo el cuarto de pilas. La tendí en un gancho. La vi balancearse ominosamente. Recordé que, en mi vida, había implementado tres formas para tender camisetas y que, de alguna forma, acababa de percibirme como un vertedero temporal para gestos mínimos. Soy la forma del vacío, me dije. Tal vez lo susurré y eso me espantó. Mi madre tendía las camisetas por los extremos laterales de la parte de abajo. Eso ocasionaba que las camisetas siempre se estiraban de esos dos extremos y, al ponérmela, siempre era una extraña máscara de la tragedia que discurría por las calles de Pezeta. Cuando migré a San José, conocí a una amiga que tendía las camisetas exactamente al revés: por los extremos de los hombros. Me pareció fascinante porque ya no se estiraban las camiseta