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Mostrando entradas de mayo, 2017

De las librerías-laberinto

Las librerías, las que de verdad son librerías, ofrecen un salto dimensional. Uno entra, y no es que sea otro mundo (que bien pudiera ser que no hay paredes, ni horizonte, ni lugar donde nacer o morir aparte de las páginas y páginas accidentalmente reunidas en los anaqueles), sino que uno es otro. Al pasar el umbral, uno ya está como muerto porque el corazón del afuera ha dejado de bombear y otro órgano (pequeño tal vez si el tamaño es importante, que sustituye al que se ha quedado atónito, estático), pulsa, sin nombre, como una estrella lejana que apenas estudia un astrónomo, para que algo parecido a la sangre recorra los vericuetos de lo imaginable, lo pensable, lo amable. He aquí que uno contiene esa lágrima de tinta que pudo muy bien ser palabra a punto de escaparse de tu mano. A tiempo, antes que uno salpique de frases varias las superficies y las palabras de otros, quien atiende, esa persona (imposible estereotipos o taxidermia, podría presentarse con cualquier aspecto y en cualq

Gracias Norah Jones

Norah Jones la tarde de un domingo solamente porque el gris y la lluvia, ya saben. Podría depositarme, enterrarme en las cobijas de mi cama y perderme en la simplicidad del techo blanco. Comer algunas galletas plenas de chocolate con un vaso de leche ligeramente tibia si no fuera porque, poco previsor, no se me ocurrió comprarlas. Todo está a la espera del atardecer y un bombillo refugiado en un alero entibia el techo que lo cobija. Como si fuera posible responder un beso con una caricia o intercambiar sonrisas entre fracturas o salvar el espíritu en medio de la cabeza de agua que es este mundo o esperar que una mirada quiebre en pedazos las horas o que los minutos se escondan de una lágrima o... o... o... qué sé yo. Norah Jones tiene una voz que es como una luz. Cálida. Caricia y beso. Espíritu y eternidad. Creo que he tenido un momento de dicha gracias a la música.

Lluvia y perros 5 am

El día de hoy es lluvia y perros. Ellos huelen por todo el apartamento los pequeños cascarones vacíos de lo que pudo ser. Con algo parecido a la resignación, les doy su ración diaria (una en la mañana otra en la tarde), de recuerdos y razones. Así, ellos se persiguen entre las horas del día, levantan las orejas frente a una premonición y mueven la cola si presienten el amor a la vuelta de la esquina. Hoy les tengo compasión porque llueve y tienen que esperar agachados, detrás de la puerta de entrada, con su naricilla estudiando el mundo por las ranuras. Ya quisiera yo darles un mundo del tamaño de sus zancadas. Ya quisiera yo comprender qué es el mundo para ellos. Entre los abismos que nos separan siempre encontramos nuestro calor en las madrugadas, placer en nuestros juegos extraños y protección en nuestra fragilidad de seres que viven con un sueño. Luego, soy yo un poco perro, ya que trato, con mucho o poco éxito, de agazaparme detrás de los ojos humanos, de la lengua humana, de esta

De la creación

Las acciones se alínean con nuestro pensamiento. El pensamiento determina sus líneas con nuestras creencias. Creemos con la misma fuerza con la que creamos. Creamos cuando nombramos. Nombramos las especies que nos habitan por dentro cuando realizamos el pequeño acto mágico de llamarlas a la existencia con la fuerza de nuestro cuerpo. Al decir una palabra, al hacer un gesto, se vuelve carne la filosofía, se cubre de sangre la ideología. No es nada definir una situación en nuestras vidas. Se convierte en un pequeño todo, en un infinito. Por eso las acciones conscientes y honestas son creadas por nuestro mundo interno, crean mundo y nos crean, todo a la vez. Uno podría estar diseñando una jaula para sí mismo, una jaula para un otro o un pequeño bosque de posibles. Da vértigo vivir con esa responsabilidad, no tengo ninguna duda. Sin responsabilidad, de lo contrario, podría terminar pensando lo que no quiero, creyendo lo que me oscurece, creando infelicidad y paralizando a otros con el vací