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Mostrando entradas de octubre, 2016

Otra vez

Otra vez. Mi mano ya no es mi mano sino la larga carretera de un camionero. Su medianoche. Su Cerro de la Muerte y los dos mares presentidos más allá de la niebla. Mi cuerpo vuelve a ser un extraño que abre y cierra puertas dominado por fantasmas que caminaban los largos pasillos de una infancia en penumbras. De pronto, me encuentro dominado por un placer total pero fugaz mientras los vecinos van apagando las luces de su vigilia y buscan, desprevenidos, el sueño. Un gato maúlla y los perros saltan encima de mi cuerpo sin saber exactamente que bien podrían despedazar al infeliz por una trampa inocente del tiempo. Luego, sigue siendo extraño el hombre que me llama en esos pasillos de librería y me pregunta quién tuvo la culpa. También la mano demasiado grande del mesero de una cafetería que insistió en quedarse más de la cuenta escribiendo una orden que no estaba en el menú. No hay suficiente espacio para amar, para una caricia desinteresada o un éxtasis sin miedos. En este mi espacio bl

Años

Los años son criaturas depredadoras. Los vivís con el espejismo de un para siempre. Una vez que, con su insidiosa insistencia de 365 días, los considerás vividos, se te alojan en lo más profundo de la psique y en lo más profundo de las células y comienzan a roer tus ínfulas de eternidad. Por eso hay que distraerlos, darles un buen pedazo de este cuerpo cuerpo y proteger aquella íntima libertad que se nos concede después de la muerte.

En un bar tomaba una cerveza

El bar transpiraba como la misma botella de cerveza que estaba lánguida y solitaria en medio de la pequeña mesa. No sabía qué pedirle al mundo y no quería irme. Quería reescribirlo todo otra vez la verdad. Quería pedir (a quién) que me dejara encontrarme de nuevo en el abismo de un otro. Unas pocas parejas se miraban en la penumbra. Quería que fuera ese día en el que todo cambia, el punto de giro tan ansiado; pero no. Me bebí la noche con resignación. Y te recordé..., vos sabés quién sos. Porque tengo que volver a tu miedo, a tu fragilidad y a tu pose de hombre para olvidar que viene otro día más que me separa de lo poco de verdad que pudo haber habido en aquellos años que nos conocimos. Por lo menos tres o cuatro veces al día pienso en la cantidad de años que me pueden faltar por vivir. En las luchas que faltan, en las comidas que tendré que hacer para mantener vivo este cuerpo y los salarios que me depositarán para que los días funcionen para el ojo ese del afuera. Es demasiado si es

Vivo

No estoy seguro qué huella escribir en este espacio y, sin embargo, ya está hecha. Mientras me decido qué experiencias voy a capturar con el ansia de los años ya idos, veo que ya están sucediendo de todas maneras. Vivo, con la simpleza que tiene la luz o los oscuros rincones de mi pensamiento. Imagino grandes descubrimientos, emocionantes riesgos o enamoramientos trascendentales..., entonces, el geranio abre otra flor y el día ya se fue.

Invitación

Alguna música Alguna lluvia  y un perro dormido. Quise hacer la invitación imposible. De verdad que sí. Sombras, una luz difusa. Demasiado amarilla. ¿Por qué no venís a esta cama breve y te duermes desnudo mientras una luna enorme trepa por las estrellas incandescentes? Tal vez podás soñar un futuro mejor que este que he estado imaginando y que está ahora venido a menos. Tal vez podás quedarte y dar una vuelta por las largas horas de la madrugada y ser la blanca camiseta que ciñe mi torso o la oscura intimidad de mi adentro.

Fobias

Desde este espacio claustrofóbico, perfecto para pensar las fobias. Amenazas de lluvia y un ligero bochorno. Fobia a carecer de una identidad, que el rostro en el espejo sea un cuadro de Magritte. Fobia al silencio, que de repente se acaben de una sola vez todas las canciones. Una horrible: a ser el pobre ingenuo de la historia, aquel de quién contarán los chistes en las reuniones de amigos. Fobia a luchar por causas perdidas y peor aún, luchar por causas injustas sin saberlo. También a que la historia posponga indefinidamente el juicio de esta humanidad llena de fobias. A que la tristeza sea crónica y que escriba yo por siempre la crónica de mis tristezas. A que el amor pase sin decirme cómo encontrarlo, si va a volver, si tengo suficiente corazón para amarlo. La maldita fobia que tengo a la oscura lucha por la supervivencia. Perder la cordura por no saber. Perder la iluminación porque no logro no saber. Es así como me quedo encajonado al mediodía de un viernes que ya se volvió comple

Corte de los milagros

He tomado algunas personas del pasado y he formado, sólo por puro entretenimiento o por esa extraña costumbre que tengo de encontrar relaciones imposibles entre las cosas, el friso de la corte de los milagros versión personal. Figuran el niño que destruyó mi Concorde  de juguete cuando tenía cuatro años y que sirvió a mi madre para justificar lo destructivo que son los amigos. El otro niño, casi un gigante, que casi me asfixia en primer grado y que me mostró lo peligroso que pueden ser los enemigos. Yo que en cuarto grado le puse en la silla vidrios al embrión de psicópata para desquitarme el que me haya presentado con la muerte. Aquella compañera que se casó conmigo por puro juego en la escuela y cuyo resultado fue la vergüenza y las burlas de los demás hasta que nos graduamos de sexto. La monja que en un partido de voleyball se le cayó el velo y fue más escandaloso que verle los calzones. Están ahí los niños y las niñas que gustaban de profanar con sus besos afrancesados la gruta de