En un bar tomaba una cerveza

El bar transpiraba como la misma botella de cerveza que estaba lánguida y solitaria en medio de la pequeña mesa. No sabía qué pedirle al mundo y no quería irme. Quería reescribirlo todo otra vez la verdad. Quería pedir (a quién) que me dejara encontrarme de nuevo en el abismo de un otro. Unas pocas parejas se miraban en la penumbra. Quería que fuera ese día en el que todo cambia, el punto de giro tan ansiado; pero no. Me bebí la noche con resignación. Y te recordé..., vos sabés quién sos. Porque tengo que volver a tu miedo, a tu fragilidad y a tu pose de hombre para olvidar que viene otro día más que me separa de lo poco de verdad que pudo haber habido en aquellos años que nos conocimos. Por lo menos tres o cuatro veces al día pienso en la cantidad de años que me pueden faltar por vivir. En las luchas que faltan, en las comidas que tendré que hacer para mantener vivo este cuerpo y los salarios que me depositarán para que los días funcionen para el ojo ese del afuera. Es demasiado si estoy, como creo que lo estoy, detenido en esos complicados días del año 1999. Y por un momento, qué extraño, volví a tener la poco sana certidumbre de que estabas por entrar por la puerta para decirme que te sentías igual. Supongo que he envejecido si tengo en mi mente tanto espacio para el arrepentimiento. 

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