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Mostrando entradas de abril, 2016

Los hilos de los recuerdos

Hoy es un día hecho con los hilos de los recuerdos. Nudos que el adentro goza sin descanso. De ahí que, a mi edad, vivamos gran parte de nuestro tiempo en distintas coordenadas condenadas de esas horas que ya se fueron. Así, camino por el centro comercial y me pregunto, ¿qué había antes aquí? Veo pasar un rostro vagamente familiar. ¿De dónde? ¿Cuándo? Antes mis pasos no sonaban así en los suelos de esta ciudad corrugada. Miraba, ¿no es cierto?, distinto. No quisiera que sobre mis ojos se posara el velo lechoso de los años. No quiero permitir que un "antes" me impida ver lo que está sucediendo ahora. Porque si no, comenzaré a vivir en otro mundo y, tarde o temprano, impactaré contra el ahora como un distraído meteorito. Curiosidad para una conversación de tarde lluviosa. Mientras, otros comienzan a hacer su tiempo con esos hilos brillantes que son parte de los recuerdos.

Un silencio

Por fin, un silencio. 

Ruta

Cambio continuo. Sin pausas. Sin verdaderos silencios. Especies milenarias se suceden unas a las otras. Mundos enteros colapsan y otros se levantan con la mirada limpia de la primera vez. Es así que se levanta uno, pequeño punto consciente, una mañana de abril. Como si hubiera dormido un siglo soñando pesadillas. He aquí que el mundo sigue su devenir, excepto yo, existencia en pliegue que se devuelve. Cuando llega el atardecer recuerdo la primera luz del día. Me doy cuenta entonces que la huella ha sido hecha y que la vida es la ruta imposible que sueña el amor.

Jugar el día, jugar con el día

El día ya casi lanza todas sus horas en el caleidoscopio del pasado. Yo, como suelo acostumbrar, he comenzado a pensarlas como si terminar un día se tratara de decir una oración por las horas ya desaparecidas y por las oportunidades que no regresarán. Para variar, hoy he jugado mi pequeña fortuna (hecha de latidos y aliento) en un juego único de dominó. Básicamente, emparejar los reveses de la suerte y gastar todas las piezas antes de que llegue la medianoche. No me fue tan mal. ¿Acaso no puse una mirada en unos ojos oscuros al mediodía? ¿No llevé al ciego Edipo hasta Panamá? ¿No fui por el milagro prohibido a una farmacia o dejé nadar mis pies en la sal de la redención? Aunque parece que perdí otra vez, he sentido que empiezo a entender de qué se trata el juego o, más bien, qué tipo de jugador soy. De esos que lo quieren todo perfecto y siente apego por sus piezas. En algunas cosas soy incorregible pero, en fin, puedo aprender a ocultar mejor esos fríos rectángulos y en jugarlos de in

Vida familiar

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Antes de dormir en un día de verano

Es esta quietud henchida de calor. Este pasar del tiempo sofocante. Mis perros escarban ya las imágenes de sus sueños. Hechas posiblemente de miedos, ya que huelen la incertidumbre que se deposita entre las horas. Yo me resisto a dormir. El día no ha terminado. No quiero darme cuenta que el amor se fue otra vez por el ducto de la cocina o que, otra vez, la voz de Dios es un murmullo ininteligible escondido entre lo evidente. Hoy debí besar suave y profundamente la boca herida de un viajero en el tiempo. Hacerle vaciar sus bolsillos y permitirle jugar con mis deducciones. Pero no, así que cierro esta sonrisa amarga como quien cierra la cremallera de un pantalón y busca un par de excusas para evadir esa pregunta indiscreta que ya se sabe... Luego, la noche es, como acostumbra, un intento de oscuridad, un calor que nunca se fue, un insomnio indeseable y el peso de este cuerpo que ansiaba volar.