Jugar el día, jugar con el día

El día ya casi lanza todas sus horas en el caleidoscopio del pasado. Yo, como suelo acostumbrar, he comenzado a pensarlas como si terminar un día se tratara de decir una oración por las horas ya desaparecidas y por las oportunidades que no regresarán. Para variar, hoy he jugado mi pequeña fortuna (hecha de latidos y aliento) en un juego único de dominó. Básicamente, emparejar los reveses de la suerte y gastar todas las piezas antes de que llegue la medianoche. No me fue tan mal. ¿Acaso no puse una mirada en unos ojos oscuros al mediodía? ¿No llevé al ciego Edipo hasta Panamá? ¿No fui por el milagro prohibido a una farmacia o dejé nadar mis pies en la sal de la redención? Aunque parece que perdí otra vez, he sentido que empiezo a entender de qué se trata el juego o, más bien, qué tipo de jugador soy. De esos que lo quieren todo perfecto y siente apego por sus piezas. En algunas cosas soy incorregible pero, en fin, puedo aprender a ocultar mejor esos fríos rectángulos y en jugarlos de inmediato cuando llega la oportunidad. Parece que así lo hacen los que se dicen felices.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ecología del adentro

Abismo

Aquellos lugares