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Mostrando entradas de febrero, 2019

Ella...

Ella se desliza por la superficie como si la esperanza no importara o fuera un artículo de lujo para ingenuos. Deja estelas a su paso que desaparecerán como desaparecen los rostros del pasado o los pequeños eventos que fueron esenciales algunas vez. Sin peso, da igual si una pluma, si un planeta. Sin culpa, da igual si la vida o la muerte. No hay espacio para los remordimientos si hay movimiento. Detenerse es una ficción, un pensamiento que uno, como humano, se permite para curarse del vértigo. Ella lo sabe y, si fuera el caso, podría sentir compasión, si ese momento ajeno a las convulsiones, temblores, espasmos, viajes, erupciones, contracciones, expulsiones y engullimientos de todo el universo durara algo más que mi lágrima abandonada en el asfalto de este cálido verano.

Restos

Atravieso, lunes por la noche, los restos de algo que no fue amor. Encuentro los pedazos de aquello que no fue un rostro, las partes de una mirada que nunca llegó a su destino. Escarbo algunos escombros y compruebo que esas no fueron las palabras que quería decir y que aquellas caricias, nunca cosechadas, se secaron con el tiempo. Cafés de media tarde hechos añicos, sonrisas reventadas contra una pared de concreto. Si doy un paso, pienso, terminaré aplastando las evidencias de alguna ilusión o de algún sueño de madrugada. Pero no es así, no se trata de ilusiones o sueños, tampoco promesas postergadas o roces inesperados. Son solamente lo que son: los restos de algo que no fue amor. Yo, que ya no soy el mismo de siempre, me doy cuenta que guardo con un terrible complejo de acumulador y con no sé qué ciega o torpe esperanza, aquello que nunca fue.