Entradas

Mostrando entradas de enero, 2017

Imposible

Imposible, entre la multitud de rostros, luces y humo, encontrar el rostro caliente de la patología. Con ese extraño sexto sentido que tiene la vocación de la víctima por su verdugo. Esperaba la sombra de esa multitud, que me fagocitara y he aquí que me siento más que nunca quemado por el mediodía de mis ensoñaciones románticas. No sé cómo llamar a un espécimen de mi naturaleza. Anacronismo, supongo. Luego, la vida es un eterno huir entre los árboles, a lo largo de ríos que se dicen interminables, dejando huellas sobre las huellas de otros animales. Al final, después de empujar la salida y deshacerme de los últimos dos rostros, sé que soy un marginado, que nunca he sido parte de nada, que las luces de la noche están por apagarse. Ahí está la muerte en el retrovisor. Cuando trato de regresar. Cuando me detengo cada cien metros porque no quiero ver de nuevo ese apartamento que parece abandonado. Cuando no quiero verme en el espejo ese del baño imaginando algunos besos en mi boca. Cuando

Noche y noche

Medianoche. Tu rostro se hunde en la oscuridad de las sombras que te acompañan. Ya no puedo verte. Te has vuelto uno en un abrazo que no me incluye. En este espacio pleno de luz, circundado de monstruos, ya no puedo sentirte. Escucho que te alejás, gruñendo. Seguís el rastro de las heridas que yo no pude infligirte y ya sé que encontrarás ahí lo que te pertenece. Mientras, en este despoblado sin madrigueras, escucho canciones que no podrías reconocer porque el siglo XX y el siglo XXI. La muerte tiene una sonrisa coqueta y la verdad, ya no luce tan mal después de un par de tragos y si apago todas las luces.

San José de la Montaña

Imagen
Vida, vida y más vida. San José de la Montaña, el frío, altos árboles y esa bruma que humedece el rostro que se planta de cara al dudoso sol. Mis perros en el placer pleno de la tierra y el bosque. Mis perros henchidos de todos los olores conocidos y nuevos. Mis perros que tratan de atrapar en la naciente las pequeñas olas que ellos mismos crean. Ensuciarse, sudar, dejar pasar el agua por el cuerpo, entender que la vida es de una pasmosa simpleza y está hecha de decisiones que nos atan o nos desatan el alma. En algún momento, creo que cuando vi la luz pasar por las ramas de los cipreses, sentí algo parecido a la felicidad. Mis perros se perseguían por el camino y los pocos corredores mañaneros dijeron buenos días. Me acordé de vos y quise que estuvieras aquí y que tu vida palpitara como la luz a mi alrededor, como los corazones de las personas que se internan en los senderos entre los árboles, como los perros que se comen el mundo con sus patas y hocicos. Me acordé y me di cuenta que

Enero 2017

Este sábado, después de impresionantes celajes y carreras varias, está completamente quieto. Ya no espero ningún milagro. Parecía que había sucedido en diciembre, como si fuera un último suspiro de luz en el final de un año turbulento. Luego, la vida, en este enero de fríos vientos y algunos cálidos amaneceres, parece borrar la página de esas esperanzas felices. Me digo que es posible tomar con fuerza la dirección de este día o el de mañana, ¿por qué no? Es mi vida, al fin. Pero no puedo torcer la vida de los otros y pretender que eso lo justifica el amor. Pero la justicia, el convencimiento y la contundencia con que tenga que tomar decisiones no me libra de la tristeza ni de este sentimiento que todavía se quema como un sol pequeño en el pecho. Después de tomar un momento para repasar dos imágenes imborrables, debo poner en marcha el tiempo, porque enero comienza a despertar.

Al hombre en mi cama

¿Cómo explicarle la muerte a un hombre que está en mi cama? ¿Cómo nombrarla siquiera frente a su rostro barbado que todavía se cree niño? ¿Cómo explicarle que es tangente a su cuerpo, que se esconde de sus abrazos y sus besos y se escurre, tan incógnita ella, en los sueños que, dormidos y entrelazados, quisiéramos compartir sólo para hacer más largo el encuentro? ¿Cómo lo convenzo de que podemos ganarle a su aliento, a sus risas desencajadas y su manía de decir la ultima palabra? ¿Cómo le explico a este hombre que lo deseo más que la muerte y que ella, celosa por nuestra relación tan larga y mis promesas suicidas, no me lo perdona?

Mall y Jameson

Escaleras suben y bajan, luces se reflejan en el pulido piso de alto tránsito, ostentosas vitrinas, hieráticas figuras de maniquíes, rótulos y rótulos con miles de seducciones, indicaciones y adioses, globos, impresiones a gran escala, promociones de último momento, ruidos de motores, de extractores, de aire acondicionado, ese inconfundible olor a nada algo plástico, de pronto una fugaz visión del afuera, y vuelve la inmersión en ese fondo difuso y presente hecho de neutros en los que reverberan los neones, los techos indican enormes cavidades, es un organismo me digo, estoy dentro de un animal, una especie de enorme bicho mitológico donde pululan y se mueven otros mitos, en el interior de este ¿intestino? nos movemos seres caóticos a la caza de pequeños fragmentos de sentido en descomposición, circulación de esperanzas, voluntades y ansias por esos pisos arteriales para el alto tránsito, los pasos de este ahora que replican sin cesar los que ya estuvieron antes ahí y que convierten en

Después

¿Qué ha sucedido? Un silencio posterior al evento. Nada más. Nada que pueda decir. No existe nada tranquilizador que pueda dar un sentido a esto. El pensamiento está detenido en una orilla distante y solo escucho el sonido insistente del corazón. En la soledad absoluta donde el otro soy yo mismo quisiera simplemente gritar. Como para agudizar el vacío de los abrazos deshechos, de las miradas que ya no tienen objeto. En la lenta marcha de estos instantes, te extraño.