San José de la Montaña

Vida, vida y más vida. San José de la Montaña, el frío, altos árboles y esa bruma que humedece el rostro que se planta de cara al dudoso sol. Mis perros en el placer pleno de la tierra y el bosque. Mis perros henchidos de todos los olores conocidos y nuevos. Mis perros que tratan de atrapar en la naciente las pequeñas olas que ellos mismos crean. Ensuciarse, sudar, dejar pasar el agua por el cuerpo, entender que la vida es de una pasmosa simpleza y está hecha de decisiones que nos atan o nos desatan el alma. En algún momento, creo que cuando vi la luz pasar por las ramas de los cipreses, sentí algo parecido a la felicidad. Mis perros se perseguían por el camino y los pocos corredores mañaneros dijeron buenos días. Me acordé de vos y quise que estuvieras aquí y que tu vida palpitara como la luz a mi alrededor, como los corazones de las personas que se internan en los senderos entre los árboles, como los perros que se comen el mundo con sus patas y hocicos. Me acordé y me di cuenta que sería un largo y cansado trayecto desatar el nudo que apretaste en mi adentro.

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