Mall y Jameson

Escaleras suben y bajan, luces se reflejan en el pulido piso de alto tránsito, ostentosas vitrinas, hieráticas figuras de maniquíes, rótulos y rótulos con miles de seducciones, indicaciones y adioses, globos, impresiones a gran escala, promociones de último momento, ruidos de motores, de extractores, de aire acondicionado, ese inconfundible olor a nada algo plástico, de pronto una fugaz visión del afuera, y vuelve la inmersión en ese fondo difuso y presente hecho de neutros en los que reverberan los neones, los techos indican enormes cavidades, es un organismo me digo, estoy dentro de un animal, una especie de enorme bicho mitológico donde pululan y se mueven otros mitos, en el interior de este ¿intestino? nos movemos seres caóticos a la caza de pequeños fragmentos de sentido en descomposición, circulación de esperanzas, voluntades y ansias por esos pisos arteriales para el alto tránsito, los pasos de este ahora que replican sin cesar los que ya estuvieron antes ahí y que convierten en crónica la infección, que hacen de la infección la única forma de existencia al interior del caparazón que parece respirar a partir de los cientos de ventiladores y aire acondicionado como ventosas que succionan las hebras pasajeras de emociones que duran segundos preciosos dice la propaganda, y he ahí que los espacios parecen vascular las corrientes de pasos en uno u otro sentido, esas cosas de los mitos, esas extrañas ficciones de las mitologías, esas extrañas micciones del gran organismo que se disfraza de caparazón como lo haría un crustáceo, mientras sus formas blandas y mucosas insospechadas palpitan en el interior, se llenan de conversaciones ficticias, de identidades que se escapan hacia un food court o se refugian en un cine VIP, de gruesos descuentos o promesas inverosímiles, y he aquí que de pronto se hace de noche, pero es una noche llena de luz y afuera de este caparazón la oscuridad es sólo un verso en alguna vieja poesía y las ansiedades se disparan porque todo debe suceder antes de que llegue el taxi de vuelta, antes de que me dé cuenta que el hogar es sólo un cuento de terror para enamorados, de que la sociedad es sólo una idea que sirve para pescar crustáceos. 

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