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Futuro

 Los perros esconden su nariz debajo de su pata delantera y así se duermen. Hechos un ovillo en la esquina de allá o en la cercanía que es acá. Permanezco en vigilia porque es de humanos pensar en las cosas que no existen. No está mal, de hecho. Es así como aparece la comida en sus platitos. Porque uno la saca del futuro, como si toda la potencia residiera allí. No en un origen o una esencia, sino en la pura potencia que el después puede expresar. Es esa focalización de lo invisible lo que es el cielo y la condena porque, ¿cómo no consumirse de miedo con un futuro excluyente, competitivo y progresivamente determinado? No sólo es la potencia de la realización, sino la potencia de lo que puede ser. Lo que conlleva la propia potencia futurística. El futuro podría ser, de repente, aquello que está prohibido (vive en el aquí y el ahora), aquello que es un destino inexorable (el juicio final o la muerte), aquello que es una creación en sí misma (el proyecto de sí) o aquello que siempre está

El ciclo se cierra.

 Pareciera importante cerrar el ciclo. Ahora que no hay señales terribles en el cielo ni cartas echadas sobre la mesa prediciendo esto sí esto no. Los perros se duermen y el cielo todo gris presagia un aguacero que no caerá. Quisiera que ellos me hablaran, que yo pudiera entenderlos, pero ya les hablo y, a veces, los entiendo. Tal vez los entiendo más que al puñado de años que ya viví. Por eso me gusta que el tiempo se detenga mientras estamos juntos. Pero no es el tiempo lo que se detiene. Debo levantarme de aquí. La vida esta sucediendo. 

Divergencia

 He vivido gran parte de mi vida como si fuera un sueño. Experiencias inaccesibles desde el estado denso de lo cotidiano. Luego, algo sucede. Una intuición, una palabra, un reel en redes. La consciencia comienza a desbloquear su contenido. Es como una vida en paralelo. Luego, la experiencia es nueva y conocida a la vez. Como integrar algo latente. Como si hubiera sido vivido en el estado sutil de la meditación. Como si viera la estela dejada por una civilización milenaria cuyos fragmentos solo comprendo parcialmente. Tengo cajas llenas de dispositivos para recordar. Con algunos, recuerdo momentos de mi vida, lugares, personas... Otros son para recordar otras vidas. Con otros, recuerdo cómo debía ser el futuro y lo mucho que este ahora no se parece a él. En todo caso, parece que el tema siempre es la divergencia. Lo rápido que caigo en el abismo de mis decisiones. 

Un instante y la libertad

 Los perros están al sol dormidos. Yo quería trabajar pero la laxitud de este momento es simplemente inevitable. Es el tiempo de la miel corriendo por las paredes de un envase y mientras el planeta y las galaxias y las pantallas. Una mirada, una grieta. Yo sé que es imposible adherirse a cualquier mitología y no vivir esclavizado por la palabra. Pero no hubo palabra, y a medida que los años se fueron volviendo más silenciosos, mi propio adentro, como una ostra, fue recubriendo de deseos y palpitaciones unos recuerdos hasta que todos sus bordes hirientes se sumergieron dentro de una superficie pulida, brillante. Alguien pasa y los perros se levantan todos ladridos y aspavientos. El tiempo se estremece y la vida ahora se vuelve concreta y demandante. De nuevo, soy libre, como quien elige dedicarse al piano o al arco, pero sin ceremonias públicas. 

Espejo y escritura

 Me veo en el espejo. No lo hago mucho. El único espejo que tengo está en el baño. No lo he querido fijar a la pared. Así lo evado. Descansa ahí, junto al lavatorio. A veces, cuando necesito verme, lo apoyo entre el grifo y la pared. Y, para mi inquietud, me veo... Allí estoy, pero distinto. ¿Ves? Ay, mae, has envejecido. Pero lo pienso seguramente como lo piensa la gente que me dice "señor" o como quienes podrían espetarme si pudieran "chavorruco". Quienes creen que son progresistas piensan la libertad como algo recién descubierto y que solo ejercen quienes son jóvenes. Todo lo que es una celebración a los veinte, se convierte en una impostura a los cuarenta. Todo logro a una edad avanzada es en realidad una cita a la que llegaste tarde. ¿Quién le dio un reloj al mundo de hoy? Observo con tristeza las grafías en la pantalla (ya no es papel, lo siento) y percibo como el tiempo corre mientras el cursor se queda en suspenso. Como si uno tuviera todo el tiempo del mund

Abismo

 Que es que nos habíamos encontrado tres vidas atrás me habías dicho en el baño de la disco y que yo te dije no me acuerdo de nada así que a otros con ese cuento, esa era la historia que me tratabas de vender mientras todavía nos amábamos en aquella cama destartalada de nuestra juventud y que recordaste veinte años después mientras nos tomábamos el café en el que yo me disculpaba por haber sido como fui y vos nunca te disculpaste por nada, por eso te dije que terminaríamos pasando de largo uno a la par del otro en alguna calle, después de haber huido de los monstruos que ayudamos a crear y que, por una rara coincidencia de la vida, ambos habíamos pintado con horrendas y baratas crayolas de colores en la escuela mientras soñábamos lo que pasaría si encontrábamos a un amigo que fuera tan amigo como hubiera querido que un amigo fuera, con ese vocabulario pobre de la infancia y la esperanza tan abundante como la que teníamos cuando nos fuimos a vivir juntos porque eras mi familia y ambos f

Cuarto oscuro

 En una esquina, al abrigo de la luz, plegada sobre sí misma tantas veces como se pueda imaginar. Casi sólida y, aún así, carnosa y palpitante. En nada parecida a un mundo del mañana. Salida, más bien, de un cuarto oscuro, de un olvido, de una vuelta abrupta del pasado donde la gente tiende a estrellarse para volverse fantasmas de una noche sin luz. Mientras las sombras de la tarde se alargan como una gota de aceite en el desagüe, sale de su rincón comiéndose el espacio, reteniendo el tiempo y resucitando aquella criatura que se mueve despacio por un cuarto oscuro con sus manos carnosas y palpitantes, recuerdo de un olvido, cuerpo casi sólido o, más bien, pliegue pliegue pliegue, infinitas veces y en el imperio del sueño, soy yo quien busca la más lejana esquina, al abrigo de su olfato, un punto sin espacio, sin mundo del mañana. 

Antes...

 Antes. Antes de nacer. No tiempo. No consciencia. No origen oculto tras la niebla. Ningún futuro temido, ansiado, contingente o determinado. Ninguna siembra. Ninguna sucesión de estrellas en los confines de alguna tierra. Ninguna escritura llameante en la pared de un palacio. Ningún peso, ninguna huella. Ningún rollo guardado en una vasija a punto de ser descubierta. Aquel enigma... no existe, ni sus consecuencias desvelan. Ni la esperanza de que alguien buscara una mirada encubierta, mientras veloces las sombras se retiran y se besan. Supongo que ni siquiera habrías jugado con la idea. Sin sombra, sin umbral, sin muros de defensa. 

Voy a llamar...

 Hoy tuve un extraño impulso de llamar a mi mamá. Digo que es extraño pero no acierto con la palabra. No creo que haya. Sé que todo mi organismo se detuvo por un momento mientras se daba cuenta que ya no había dónde llamarla. La he pensado tanto últimamente que, quizás, me traicionó mi mente. Esos automatismos que han quedado latentes. Decimos que el tiempo avanza pero es una maraña. Hay huellas, comportamientos, rituales, amores que son transversales. La quise llamar para decirle que sí necesitaba que habláramos con las pocas verdades que nunca estuvieron en la mesa. Así ella no se iba tan resentida ni yo me quedaba tan culpable. Así ella ya no era tan madre para mí y sí otra persona con la que se puede hablar de semillas y retoños. Así yo no me quedaba tan escindido, tan incógnita, tan al margen del sentido. 

Cerro de la Muerte

 Entre la niebla. En medio del exuberante bosque húmedo que comienza a anunciar el páramo. ¿Cómo llegué ahí? Otra vez, el oculto pasado de los acontecimientos. Una historia que nunca se cuenta. Podría perfectamente anochecer en una hora o en siete... ¿De dónde exactamente viene la luz? Pero el asfalto tiene que anunciar que algo humano necesariamente acontecerá. Aparte de mí. No puede ser cierto que yo, solamente yo, pueda ser lo humano. ¿A quién le confiaría las historias? Hay palabras que ya, definitivamente, he olvidado. Entre la niebla, me parece ver la sombra de una monja. Algún hecho convertido en leyenda, un desastre que se hizo entretenimiento para noches sin luz, o la evidencia de lo contingente para conversaciones de una ciudad que ya no transito. Un lejano sonido de agua y recuerdo de un cuerpo que no fue más que diferencia. ¿Será cierto que uno crece al romper la tensión superficial del líquido amniótico? ¿O a punta de glóbulos blancos? Mientras, hago equilibrio en esa fron

Aquellos lugares

 Siempre esos lugares oscuros del pasado. Difusos lugares. Lugares no ficticios. Ficcionalizados tal vez. Vuelvo a ellos frecuentemente. Sobre todo, en esos vacíos momentos de la tarde, de las lluvias, de la vida extraña, desnaturalizada, que es su verdadero rostro. A medida que los años se van quedando debajo de los muebles, pienso en esos lugares con intervalos cada vez más cortos. Abandonos poco reparados. Secretas violencias. Omisiones nunca reconocidas. La muerte parece inmovilizar cierto punto de vista sobre el pasado, solamente para movilizar otro. Las hojas de los árboles en aquel verano cayeron distinto, las palabras significaban otra cosa, los que fueron pequeños gestos, crecen y se convierten ellos solos en el paisaje de un instante que no deja de obsesionarme. Yo siempre, en una completa indefensión, espero... Y en esa espera, de una forma que fue imperceptible para mí, devine en algo cristalizado, duro y pulido, que refleja perennemente el mundo que le circunda. Imposible,

Reproducción y entropía

 La reproducción material dentro de estas dimensiones es un pulso con el tiempo. ¿Acaso no es obtener cierto dominio sobre las transformaciones de lo que se trata la vida? Aquí estoy, alimentándome, percibiendo el afuera, poniéndole límites al futuro. Hago, de forma continua, complicadas construcciones con piezas encontradas, prestadas, regaladas, heredadas, robadas, deglutidas y expulsadas, desechadas y rescatadas, conservadas, inventadas, caídas del cielo azul o artífices de un tropiezo en aquella noche del deseo, atravesadas en el mecanismo de los días, soltadas deliberadamente, olvidadas o rescatadas del desagüe del lavatorio, asidas a la piel desde el nacimiento o adquiridas por un módico precio a algún vendedor ambulante. Mientras, lucho con la continua desintegración de este estar, de este ser, cuya muerte deja de ser ficción u obviedad, para volverse la experiencia última de lo que sea que es...

Tesis-sábado-amor

 No puedo dejar de pensar en la tesis. Es un viaje de cuatro años que apenas acaba de empezar y ya para mí representa una especie de histéresis. Más allá de su valor "objetivo": lo social, aporte a una disciplina, visibilización de aquello que estaba oculto, debajo de una hoja, de una roca, de estratos geológicos o entre las fisuras que dejan las palabras, porque nunca están completamente fusionadas. Fragilidad del sentido. Pero más allá de eso, es la transformación imposible. Ese imposible ser que uno deviene cuando se acaban todos los rituales. A veces me pregunto si esto es lo que hago mientras el amor permanece inacabado en el rincón oscuro de la casa. Sublimaciones. Temor al descenso. Mientras escribo, no puedo dejar de escuchar estas frases como si las dijera Annie Ernaux en mi cabeza. La voz de Annie Ernaux que he inventado para ella en mi cabeza. La voz de Annie Ernaux que leo en sus libros. La voz de Annie Ernaux a la que me suena su traducción al castellano, con el

Extrañas imágenes

 Tengo extrañas imágenes de mí mismo. Vidas sepultadas en un olvido obstinado, pero no definitivo.  Me asaltan formas en el transcurrir de alguna mañana o alguna noche, colores, olores que pasan, así como los ojos brillantes de un transeúnte o el susurro casual de un nombre. Es como si adentro de mí, las profundas aguas del tiempo estuvieran agitadas e insomnes, rugiendo sus muchas apelaciones. Un planeta lejano después de extinciones masivas y habitado, siniestramente, por sus atemporales fantasmas. En el desesperado esfuerzo por despertar, algo se muere irremediablemente. En esas muertes, me vuelvo menos yo, y más un nosotros sin rostro, nombre o fecha de nacimiento. 

De las series inconclusas. El nombre.

 La historia la escuché durante años de la boca de mi mamá y muy recientemente, de mi papá. Esto último me sorprende, incluso ahora que lo escribo. Mi papá siempre fue reacio a hablar sobre el pasado. Pero, creo que, por fin, lo ha alcanzado.  Los hechos, también, de forma sorprendente, tienen consistencia en el tiempo. Esto lo digo porque mi madre tenía la extraña facultad de reconfigurar el pasado una y otra vez dependiendo de las circunstancias. Eso hace que siempre las historias, así como la Historia, tengan, para mí, una alerta amarilla por defecto.  Pero, bueno, como decía, esta historia había superado la prueba del tiempo y también la prueba de las dos versiones que no se contradecían, aunque no fueran exactamente las mismas. Tiene que ver con mi nombre. O más bien, mi no-nombre. Mi mamá siempre tuvo resistencias a hablar de cómo fue el embarazo que culminó con mi nacimiento. Alguna vez mencionó que retuvo líquidos. No sé qué pueda significar eso desde el punto de vista esotéric

En la pataconería

Música suave, un sol casi dormido y la ciudad tal cual. La vida es una cascada y yo una hoja. La rotonda de la hispanidad es un remolino de peces y renacuajos. Las sirenas nunca son lo que esperabas. Pero la música y un almuerzo con atraso y un poco de agua dulce. Hay algo de pasado en todo esto. No es nostalgia, no. Es, quizás, algún tipo de contaminación. A veces, siento que me estoy convirtiendo en otra cosa. En la página enmohecida de un libro de historia. En una nube deshilachada. En una roca sedimentaria en el lecho de un río.  Me asalta un pensamiento por la espalda. En este momento, sé que nadie piensa en mí. No porque nadie me quiera. Muchas personas me quieren. Pero su vida es una corriente que se enreda en remolinos nítidos entre las horas del día. Pero, ahora mismo, nadie piensa en mí. Y no es algo triste. Es como si la vida te rozara sin hacerte daño. Pero es, ahora me doy cuenta, completamente lo contrario. Con esto en mente, pago la cuenta. 

A la espera...

De que salten los goznes, de vos y de mí. De que se reduzcan los años que las operadoras de pensiones y las hipotecas esperan que viva. De que se vayan por el lavabo las últimas tendencias y esos rostros desconocidos y desconocibles. De que se instale de lleno alguna demencia que deje irresponsables todos mis actos. Del sueño… que se extienda como la noche sobre todas mis historias. Puedo ver panorámicamente todo aquello que será desmontado. La función, pues, ha terminado, y el público insiste en permanecer en su silla. Vos y yo, ahora trayectorias, ahora figuras de chismes que se contaron hace tiempo. El día quema sus horas rápidamente en este verano lleno de futuros de miedo y yo, en medio de cualquier habitación, vestido para la foto, con el traje de muerto que me mandó hacer mi abuelo.