Cuarto oscuro

 En una esquina, al abrigo de la luz, plegada sobre sí misma tantas veces como se pueda imaginar. Casi sólida y, aún así, carnosa y palpitante. En nada parecida a un mundo del mañana. Salida, más bien, de un cuarto oscuro, de un olvido, de una vuelta abrupta del pasado donde la gente tiende a estrellarse para volverse fantasmas de una noche sin luz. Mientras las sombras de la tarde se alargan como una gota de aceite en el desagüe, sale de su rincón comiéndose el espacio, reteniendo el tiempo y resucitando aquella criatura que se mueve despacio por un cuarto oscuro con sus manos carnosas y palpitantes, recuerdo de un olvido, cuerpo casi sólido o, más bien, pliegue pliegue pliegue, infinitas veces y en el imperio del sueño, soy yo quien busca la más lejana esquina, al abrigo de su olfato, un punto sin espacio, sin mundo del mañana. 

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