Cerro de la Muerte

 Entre la niebla. En medio del exuberante bosque húmedo que comienza a anunciar el páramo. ¿Cómo llegué ahí? Otra vez, el oculto pasado de los acontecimientos. Una historia que nunca se cuenta. Podría perfectamente anochecer en una hora o en siete... ¿De dónde exactamente viene la luz? Pero el asfalto tiene que anunciar que algo humano necesariamente acontecerá. Aparte de mí. No puede ser cierto que yo, solamente yo, pueda ser lo humano. ¿A quién le confiaría las historias? Hay palabras que ya, definitivamente, he olvidado. Entre la niebla, me parece ver la sombra de una monja. Algún hecho convertido en leyenda, un desastre que se hizo entretenimiento para noches sin luz, o la evidencia de lo contingente para conversaciones de una ciudad que ya no transito. Un lejano sonido de agua y recuerdo de un cuerpo que no fue más que diferencia. ¿Será cierto que uno crece al romper la tensión superficial del líquido amniótico? ¿O a punta de glóbulos blancos? Mientras, hago equilibrio en esa frontera donde se acaba el asfalto y no hay camino ni promesa de rescate, en esa espesura que es la vida. Si se dan las condiciones, cada impulso de consciencia encuentra un lugar donde convertirse en otra cosa. Siempre. En medio de las sombras, al borde del asfalto y al calor de una pregunta. 

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