De la creación

Las acciones se alínean con nuestro pensamiento. El pensamiento determina sus líneas con nuestras creencias. Creemos con la misma fuerza con la que creamos. Creamos cuando nombramos. Nombramos las especies que nos habitan por dentro cuando realizamos el pequeño acto mágico de llamarlas a la existencia con la fuerza de nuestro cuerpo. Al decir una palabra, al hacer un gesto, se vuelve carne la filosofía, se cubre de sangre la ideología. No es nada definir una situación en nuestras vidas. Se convierte en un pequeño todo, en un infinito. Por eso las acciones conscientes y honestas son creadas por nuestro mundo interno, crean mundo y nos crean, todo a la vez. Uno podría estar diseñando una jaula para sí mismo, una jaula para un otro o un pequeño bosque de posibles. Da vértigo vivir con esa responsabilidad, no tengo ninguna duda. Sin responsabilidad, de lo contrario, podría terminar pensando lo que no quiero, creyendo lo que me oscurece, creando infelicidad y paralizando a otros con el vacío cascarón de lo que parece amor, de lo que parece alma y de lo que parece cuerpo vibrante. Parece una terrible distopía.

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