Lluvia y perros 5 am

El día de hoy es lluvia y perros. Ellos huelen por todo el apartamento los pequeños cascarones vacíos de lo que pudo ser. Con algo parecido a la resignación, les doy su ración diaria (una en la mañana otra en la tarde), de recuerdos y razones. Así, ellos se persiguen entre las horas del día, levantan las orejas frente a una premonición y mueven la cola si presienten el amor a la vuelta de la esquina. Hoy les tengo compasión porque llueve y tienen que esperar agachados, detrás de la puerta de entrada, con su naricilla estudiando el mundo por las ranuras. Ya quisiera yo darles un mundo del tamaño de sus zancadas. Ya quisiera yo comprender qué es el mundo para ellos. Entre los abismos que nos separan siempre encontramos nuestro calor en las madrugadas, placer en nuestros juegos extraños y protección en nuestra fragilidad de seres que viven con un sueño. Luego, soy yo un poco perro, ya que trato, con mucho o poco éxito, de agazaparme detrás de los ojos humanos, de la lengua humana, de esta humanidad inhumana, para olisquear los espíritus, probar los abrazos y esperar a que la lluvia escampe para encontrar lo maravilloso en un anónimo parque.

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