Duelos insignificantes

 El inquilino que se va y nunca conociste más que por sus ruidos y salidas urgentes al trabajo. La persona que se baja del bus o el tren antes de la parada que te toca. Conducir por la 32 y el auto que sentías que te acompañaba durante la última media hora toma una desviación hacia quién sabe dónde. ¿Qué será de estas personas? ¿Qué será de quienes permanecen cuando soy yo el que tengo que salir, irme, desviarme? Algo como un vacío que se tiene que ignorar de inmediato porque, ¿cómo podría uno vivir con tantos duelos insignificantes? Más bien tiene que ver con preguntarse cuándo me voy, me bajo o me dirijo sin dudas hacia mi destino. Como si uno se desprendiera de algo que es solo el tronco de una coincidencia. Lleno de fibras humanas. Deseos todavía por cumplirse. Automatismos propios de la conservación. Aquí voy. Desprendiéndome. 

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