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Mostrando entradas de agosto, 2024

El yo

 Es el yo que con sus uñas afiladas se aferra a eso que es estar consciente. Una vez que ha sucedido el pliegue, el trapo retorcido de la existencia, esa extraña propiedad que emerge de las cosas que están juntas, ya no se puede concebir lo que no existe. Precisamente me parece escuchar: "no puedo no existir". Es algo detrás de esa interminable corriente de pensamientos desatados. "Debo seguir existiendo", agrega mientras los incendios se desatan y las cumbres se precipitan y los cielos y sus estrellas desaparecen de la noche. Uno lo cobija porque la representación del tiempo es tirana y porque no puedo imaginar la muerte. 

Fachada

 Las fachadas de las casas en beige pálido se recortan contra un cielo azul de domingo. El silencio, ese fondo de sonido no humano crea la ilusión de inmovilidad. Una lagartija se mueve por la pared y es como si el tiempo del mundo empezara a rodar pesadamente por la cuesta del día. Estoy seguro de que el teléfono está por sonar y las cosas se volverán más reales que estas dos manos que ahora contemplo llenas de líneas. Cuando suene, estiraré mis brazos tan largo como pueda y tomaré una de esas hermosas fachadas y me la pondré en el rostro para salir a a la calle, para conducir el automóvil, para hacer las compras de la feria, para volver sobre mis pasos, para continuar escribiendo las cosas interminables en los archivos innumerables de la computadora. Tal vez, cuando anochezca y el cielo esté muy oscuro, desencajaré lo que he terminado por reconocer como mi rostro y lo devolveré a esas casas en beige pálido que sin emoción alguna, devoran los días y las noches.