Fachada

 Las fachadas de las casas en beige pálido se recortan contra un cielo azul de domingo. El silencio, ese fondo de sonido no humano crea la ilusión de inmovilidad. Una lagartija se mueve por la pared y es como si el tiempo del mundo empezara a rodar pesadamente por la cuesta del día. Estoy seguro de que el teléfono está por sonar y las cosas se volverán más reales que estas dos manos que ahora contemplo llenas de líneas. Cuando suene, estiraré mis brazos tan largo como pueda y tomaré una de esas hermosas fachadas y me la pondré en el rostro para salir a a la calle, para conducir el automóvil, para hacer las compras de la feria, para volver sobre mis pasos, para continuar escribiendo las cosas interminables en los archivos innumerables de la computadora. Tal vez, cuando anochezca y el cielo esté muy oscuro, desencajaré lo que he terminado por reconocer como mi rostro y lo devolveré a esas casas en beige pálido que sin emoción alguna, devoran los días y las noches.

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