Después del atardecer

Después del atardecer llegan las horas de puntillas en medio de los familiares ruidos de los vecinos. Un perro ladra por sus derechos dos casas más allá y arriba una niña salva el mundo con sus gritos estridentes, capaces de poner de rodillas a cualquier líder mundial. La vida toma el cómodo camino de la inercia y siento imágenes bizarras transitando mis pensamientos. Entonces, como lo que haya, escribo lo que salga, sueño lo que se puede y espero lo imposible. Me dejo envolver por la oscuridad. En el rincón más alejado una estrella inaugura el cielo y yo recuerdo que la vida siempre es el desplazamiento que procuramos para ganarle centímetros al espejismo.

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