El parque

Es solo un parque. Hasta que pasa una nube y su sombra agita los muros grises y las puntas del zacate reverdecido por el invierno. Una imagen familiar. Sería un parque si no fuera porque este cuerpo que se desintegra lentamente puso su peso sobre sus poyos y su cancha humedecida. Algo imperceptible se escapa de la imagen que intento atrapar. Así entré por sus puertas cercadas alguna vez hace cinco o seis años diciéndome que un parque es un parque y que yo soy eso que lo habita por un momento. Y me fui seguro de que seguiría allí. Y está allí para consuelo de mis esperanzas. Aunque a medida que pasa un año y otro, los fantasmas que lo pueblan no cesan de asomarse en esa hora favorita de las sombras que es el mediodía. 

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