Si estás ahí...

 No sé si estás ahí. Si has dejado vacío el marco de tu ventana. Si estás escuchando o, de oficio, estás haciéndote un café adentro, donde mi voz no llega. Imposible conocer un solo pensamiento sobre esto que se suponía íbamos a discutir. Yo he hablado enloquecidamente porque me da miedo ese silencio que se instala y no deja de azuzar el implacable juez que llevo adentro. Seguramente es mi culpa. Como si esto no fuera algo que es de dos, me digo. Estrategia para sobrevivir. Después de un momento, no digo nada más. Tal vez una correntada de estúpidas promesas. Pienso en diciembre y en que todo podría ponerse al revés de repente. Porque el mundo también se aburre, ¿sabes? Y yo ya estoy mortalmente aburrido.

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