Ninja

 La semana laboral parece un programa de "American Ninja Warrior". Desempeño y ansiedad al límite. Riesgos y decisiones. Sujetado a la violencia de los obstáculos, al requerimiento de un reloj. Quienes más te quieren solamente ven y animan desde el exterior de todo el sistema de explotación. Ninja rata. Mientras, alguien se coloca en una lejana plataforma e intensifica la locura del público. Cuando llega el fin de semana, esa irrealidad parece descascararse y un silencio se levanta de mi propia cama, una lentitud asciende de cada huella, el verdadero tiempo se vuelve pura atención hacia los sonidos de una vida que no son "american", "ninja" y, mucho menos, "warrior". El desayuno se despereza, la escritura se hace gota a gota, oscura y fragante, los perros siguen atentos las proyecciones de ese futuro que quisiéramos que fuera. Parece como si notara mi cuerpo por primera vez, recién tomo consciencia de que siente y alcanzo a preguntarme qué exactamente es eso. Podría llenar toda la habitación, y eso sin levantar los brazos, sin ponerme de puntillas, sin hurgar el horizonte. Tal vez tomo todo muy en serio, y se trata solamente del juego. De un juego agónico, de una lucha, de confundirse con las sombras, de ser convocado por la muerte incluso si nadie te anima desde las fronteras. Y lanzar, protegido por la oscuridad de la noche, tres recuerdos felices hacia la locura del público, para intentar eliminar por un momento su desesperanza. 

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