Vera
Vera se nos escabulló por un hueco de la realidad, en medio del recreo, mientras abríamos las loncheras y comparábamos qué nos habían mandado de la casa. Salimos mal en el examen de estudios sociales porque ella era la única que se sabía todos los nombres y todo aquello por lo que se les conocía. En el segundo recreo, el pasamanos guardó el frío de la noche en sus puentes de metal, la casa de madera tenía una risa menos y el tobogán exhaló un recuerdo que se deslizó por toda su superficie. Una fina lluvia cayó sobre todos los juegos, por lo que nos sentamos en el largo pasillo a contar cuando Vera esto y cuando Vera aquello. El sol salió un momento entre las nubes. Creo que algún dios nos cerró travieso un ojo.
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