Niebla y domingo de ramos

Las horas de un domingo de ramos, de noche. He visto unos ojos asomados a ese precipicio del misterio. Tendrían que ser amantes del peligro para tomar ese viaje sin retorno que es el salto. Si lo sabré yo. Pero mientras tomaban todas las riendas con una mano, soltaban todas las fantasías de mi cabeza. Los ojos y su mirada: "Manéjese son cuidado". Así termina uno con un manojo de pensamientos infundados entre las manos y con ganas de hacer apuestas... y con ganas de perderlas para apostar otra vez. Ahora que ya es de noche, ahora que ha pasado la calcinación del sol de este día, ahora que los creyentes han recibido con palmas al salvador; me muero por probar la arrolladora pasión de quien tiende sus ropas en la calle para aquel que es la manifestación del Gran Amor. Comprobar que la entrega no es sumisión porque quien recibe ya ha entregado su propia vida desde el principio. Supongo que para esto me sirve la religión: para pensarme ese lugar pequeño del amor romántico. Al margen de las delicadas páginas que no ayudan a nadie. Mientras busco la transgresión de esos mitos que no me incluyen. Desoyendo las voces autorizadas que afirman que un poco de misticismo nubla la lucidez. Así ya no hay tiempo, sino una espesa niebla que se separa para mostrar la mirada de un ser humano, quien me reveló bondadosamente mi gran necesidad de amor.

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