No es que...

No es que uno quiera recorrer los mismos senderos de siempre, no es una cosa del querer, ¿sabe? No es que uno quiera mecerse compulsivamente en la misma vieja mecedora del amor. No es eso. No es tampoco que uno quiera que la vida sea la misma pared endurecida o la montaña siempre lejana. O el silencio. Uno pasa las horas con la vergüenza de tener los ojos atravesados por espinas y las manos mutiladas por algún diablo peregrino. Luego uno es arrestado por la nostalgia y las horas huyen oscuras por el hueco de un sucio lavamanos. Y se te pide que des explicaciones, que digás la causa primera, que mostrés el lugar de origen. Pero no es posible. Alguna onda desubicada, algún proyecto desconocido, algún juego sin reglas. Y silencio. No es que uno quiera jugar de enigmático o acaparar una o dos lagrimas ajenas. No es que uno quiera hacerse pasar por la misma muerte. No es que uno no quiera hablar de esto. No es que quiera nombrarlo. Es que el silencio.

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