Fin de semana hecho jirones

Un fin de semana hecho jirones. Crazy, la película, me devolvió el abrazo de mi padre en las frías mañanas de domingo. Antes del baño, antes de la misa, antes del partido, antes del extraño abismo de nuestros desencuentros. Volví a sentir ese fuerte y claro amor de niño y me di cuenta que en tantos años, a pesar de distancias y enredos de aceras, no he dejado de ser amado. Tuve que llorar porque no tuve remedio, porque a uno le sucede el padre y después se lo encuentra uno niño en el espejo. Pero Buika me trajo recuerdos de vidas que no viví y de la desesperación que el amor trajo alguna vez en las suelas de sus zapatos tenis. Queda uno, y una porque somos dobles siempre, desgarrado entre los sentimientos que no puedo hablar y el silencio de este domingo con el lejano runrún de electrodomésticos. Y bueno, dejando a un lado la nostalgia, los remordimientos y resentimientos, sentí, que podía volver a pisar las losas inciertas del amor.

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