Llorar

 Son apenas las siete de la mañana y ya tuve mi primera llorada. Creo que ando sensible, le diría a alguien como si nada estuviera pasando. Hoy fue un capítulo de "El oso". Ayer, por ejemplo, cuando una atleta subió al podio en los juegos olímpicos. Anteayer, me topé en Youtube, "Amor eterno", cantado por Rocío Durcal. Basta un pequeño silencio en un dorama y se mueve toda la tierra. ¿No debería ser más bien lo normal? Sentir algo por quienes sufren, preguntarse por la alegría, por el cuido, por cómo llegar a ser un mundo más sabio. Tal vez es solo que se abre una brecha en un lago subterráneo y, de repente, la tierra sedienta se hace toda vida. La muerte, por lo tanto, no es un basurero, ni una marca en la frente, mucho menos los efectos colaterales del capital. Son los zapatos de mi madre que ya no tienen su peso, pero guardan la costumbre de caminar todas las semanas a la iglesia. 

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