Calor y atardecer

Una tarde sin arena. Tiempo sin liquidez según los últimos reportes de algún anónimo. Pasó, por el momento, el tiempo de las tormentas. Una lagartija ermitaña está quieta a la sombra. Sudor y sed. Blanco y negro. El sueño de las paredes puede conocer un largo despertar. Quién lo sabe. A veces, una brisa improvisada empuja una hora entera dentro del atardecer y ya no sé nada sino el fuego y el crepitar de las fantasías. El sol es una bolsa de té amargo que se hunde en un mar de líquido amniótico. Y allí dentro espera... Espera... El tenue palpitar de un corazón pequeño. El movimiento de una pequeña mano. El empuje todavía dudoso de una nueva vida.

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