¿Quién?

¿Quién puede imaginar otro mundo? Imaginar el mundo del mañana, es decir, otro mundo. Un mundo que pueda tomar sobre sus hombros nuestra ignorancia e inconsciencia y convertirlos en luz, vida y comprensión. ¿Quién visita las oscuras lágrimas de los refugiados, desterrados, marginados, humillados, enfermos y tristes? ¿Quién le cuenta a los seres humanos comunes que los relojes se detendrán un día cuando no quede nadie para pedirles la urgencia del futuro? ¿Quién les dirá, además, que es una pesadilla que se aproxima por la esquina inescrutable del ahora? Me siento en el piso de mi apartamento y realmente estoy desvinculado de cualquier sueño que sea para todos. Y cuando digo todos digo todo el planeta. Al revisar la inmensidad de la vida, lo ilimitado de las fuerzas que gobiernan el universo, intuyo el efecto rebote de nuestras acciones. No temo lo que nos puede suceder. Temo que nada pueda detenernos porque no sabemos detenernos. El adicto es una aguda metáfora para la humanidad, cuya compulsión navega con ansiedad la ruta de la autodestrucción. Luego pensamos que todos los problemas suceden tan lejos de nuestras puertas. Luego pensamos que alguien se encargará de todo. Luego...

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