Viejo oeste

Solo de armónica. Ahora que recuerdo las viejas novelas del oeste que leía en mi adolescencia. Vaqueros vagando en las grandes planicies de lugares desconocidos. Bajo el sol y ese horizonte inalcanzable. Bajo la luna y el aullido de algún lobo. Viajes que nunca acaban. Recompensas ansiadas que siempre terminan en el foso de algún amor o de alguna deuda que ya no retenía la memoria. Luego, siempre una lluvia de disparos seguida del silencio que cubre las grandes extensiones del oeste. Difusas imágenes que yo mismo me he inventado. Fotogramas de películas que vi. Solo de armónica y los pasos resuenan sobre la polvorienta calle principal de un pueblo abandonado. ¿Contra quién me enfrento? ¿No es siempre el gran antagonista el pasado? El viento apura las malezas por el paisaje desolado y me doy cuenta que esta tristeza es puro cliché. Pero, ¡qué mierda!, el cliché se siente tan bien. Solo de armónica. Un cadáver con los ojos desorbitados es un bulto oscuro ahora que la noche llegó. Pronto, la luna subirá la escalera del cielo y en medio de las llanuras, correrá un viento frío. Herido, en el porche del bar en un pueblo fantasma, me pregunto si valía la pena tanto drama, tantas páginas escritas de valles, caballos, pueblos y riachuelos. Toco la armónica con todo el aliento que me queda. Le dedico estas notas a la mañana que algún personaje del viejo oeste ya no alcanzó a ver.

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