Ausencia

Un día algo no está más. O alguien. Un peso inesperado en el pecho y el testimonio de este universo que confiesa su disimulada fragilidad. Luego, te imaginás que sos vos el que no está y que la propia ausencia se dejó vencer por el aire circundante, por el tiempo que siempre es avalancha, por el olvido que es eficiente e inexorable. Entonces, comenzás a dejar que la imaginación haga estragos y las ausencias se multiplican como si fueras despoblando la realidad de todas sus criaturas. Queda, al final, una nada; que uno se la imagina de blanco... o de negro. Pero de la cual es imposible sacar la propia mirada. Uno piensa que desaparecer, que irse de este mundo, no tiene que ver con la materia que se descompone o los 21 gramos; en vez de eso, es la mirada que se apaga y no puede asistir más al espectáculo incansable que tejen los nacimientos.

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