Intermedio

Dejo una pausa en la automática marcha de mi cuerpo por el día. Recuerdo: hay un afuera. ¿Dónde estoy? Evidentemente, en este preciso momento, sufro una muerte por sofocación. Es una muerte que puede durar veinte o treinta años, depende de cuánto oxígeno me quede en el espíritu...; de cuánto oxígeno nos quede. Todavía el cielo es azul y las personas se visten de amarillo. Desde aquí, escucho el sonido característico de aquellos que construyen los huevitos en los que viviremos mañana. Es indispensable ser feliz con los ocho metros cúbicos de atmósfera que le corresponden a uno y dar gracias por la inercia. Pero uno tiene la terquedad del desesperado e insiste en preguntar. Las preguntas no se le dan bien al mercado, eso ya se sabe. Ni se le dan bien a quienes retóricamente preguntan desde sus puestos intocables. Se me acaba la pausa. El momento vivo de este día con el cielo tan azul y un afuera pleno de aire.

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