Puede ser...
Puede ser que tenga un remordimiento asomado en el horizonte. A la pura par de la puesta de sol. Puede ser que todavía le tenga miedo a la noche, posiblemente por aquellos años perdidos en los que imaginaba a mi abuelo detrás de la puerta o un par de ratas enormes. Hay moscas zumbando en las ventanas de mi casa. Esos insectos tan despreciables y tan afectos a la luz. Puede ser que me duela la memoria y, definitivamente, la parte del corazón donde impactaron ciertas frases de un sábado en la noche. Si a mí me duele, no quiero imaginar el dolor de un pecho que ya no palpita en mi mano, pero que ha dolido tantos años que ya no le duele a su dueño.
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